lunes, 2 de junio de 2014

ALICE

Una noche fría y desolada por las calles de un desconocido pueblo caminada a paso lento, suave y deprimido una tímida y triste joven llama Alice. Alice llevaba horas caminando, sin rumbo fijo, cuando repentinamente un recuerdo nubloso y vago vino a su mente, su familia.

 Por unos minutos todo se torno cálido y agradable, las calles comenzaron a poblarse, bellos cantares de pajaritos comenzaron a oírse y rápidamente el rostro de Alice se tornó  alegre, radiante y vivaz.

 Siguiendo aquel camino sin rumbo, Alice decide ir en busca de  su familia y volver con aquello que tan bien la hace sentir. Algo desconcertada y confundida se pregunta a si misma cómo llegar hasta ellos, y decide tomar de regreso el mismo camino que hasta entonces había caminado.

 Al comenzar su camino de regreso la esperanza de encontrarse con los suyos la mantenía feliz y dichosa, pues sabia que la esperaba un buen por venir y un bien estar junto a ellos. Por cada paso que Alice daba un pajarito la acompañaba y cantaba, comenzaba a sentirse cada vez más emocionada y ansiosa.

 Durante el trayecto de regreso, Alice quedaba maravillada con lo hermosas y coloridas que eran las casas y parques del lugar.. Cuando extraña y repentinamente Una pequeña y discreta casa cercada por una opaca muralla de cemento que apenas dejaba ver aquella pequeña casa cubierta por unos grandes y viejos arboles secos llamó su atención. 

Alice decidida a encontrar su familia, no se detiene y continua caminando. Al transcurrir un par de horas ya casi llegando al inicio de aquel camino que había recorrido, Alice comenzó a notar que las casas  perdían sus colores, los arboles perdían sus hojas, los pajaritos se iban quedando atrás, el canto de ellos comenzó a apagarse y el frío volvía a apoderarse de las calles de aquel pueblito desconocido.


 El tiempo pasaba, la noche caía, cada vez la caminata se hacía más exhausta y  agotadora y Alice aún no encontraba  a su familia. El frío y la neblina de la noche apenas dejaban ver  unos metros de distancia, algo asustada y con mucho frío Alice decide pasar la noche en alguna de las casas que había visto durante el camino. Para su sorpresa, cuando golpeó las primeras casas, ninguna respondió. Alice seguía intentando pero ninguna abrió.
 El frío parecía calar sus huesos, sus piernas temblorosas apenas podían avanzar, sus manos blancas y heladas parecían congelarse y sus labios cada vez se ponía más morados. Tras un par de horas de afligido caminar  e inservible intento por entrar a alguna de las casas para encontrar abrigo y pasar la noche, Alice cae débil y frágil al piso. 

A la mañana siguiente, un radiante sol alumbraba el pueblo, el cantar de los pajaritos en combinación con la belleza de los arboles se oía por doquier y  los niños jugaban y corría por las calles y parques del pueblo. 

Al transcurrir el día, la gente se percata de  un cuerpo pequeño y delgado, frágil y débil  tendido en la solera de una antigua y abandonada casa, cercada por una opaca muralla de cemento que apenas se dejaba ver cubierta por unos secos y grandes arboles viejos. Era Alice, aquella joven de triste y tímida expresión quien había buscado sin éxito alguno su anhelada familia la noche anterior, en un arranque de locura por pelear con su ellos escapo de su hogar dos días atrás y en una fría y mortal noche, su cuerpo no resistió aquellas  bajas temperaturas, las mismas que la sumieron en un profundo sueño para siempre en la eternidad de las calles heladas y frías de aquel pueblo.